El «bruxismo» es un mal hábito cada vez más extendido entre la población. Consiste en apretar o rechinar los dientes de una manera constante. Se produce inconscientemente, por lo que la mayor parte de la gente que lo padece, ni siquiera lo sabe. Con frecuencia, la visita al dentista por problemas ajenos o derivados de este mismo hábito, es la que pone de manifiesto su diagnóstico.
El bruxismo suele producirse de manera inconsciente mientras dormimos, pero también puede hacerse presente durante el día cuando realizamos ejercicios que requieren concentración (conducir, trabajos de precisión, coser…), o en situaciones marcadas de nervios o estrés.
Este proceso normalmente cursa sin dolor hasta que se encuentra en una fase avanzada. La consecuencia más directa del «rechinado» permanente es el desgaste de las piezas dentales. En muchos casos, cuando el paciente se percata de que lo padece ya se ha «comido sus dientes», literalmente.
Es importante un diagnóstico y tratamiento precoz por parte de su dentista para evitar este deterioro de los dientes. Además del desgaste, como consecuencia del bruxismo pueden aparecer problemas de sensibilidad por contacto con frío o calor; movilidad dental debido a la destrucción ósea provocada por la excesiva fuerza ejercida entre unas piezas y otras; dolor a la presión en el diente por inflamación del periodonto de sujeción de la pieza (agravando enfermedades de base como la piorrea); apariencia estética desagradable («dientes raídos»); y sobre todo, con el paso del tiempo degeneración del cartílago que sirve de almohadilla entre los huesos del cráneo y la mandíbula. Este «cojín» se va desgastando de la misma forma que se pierde altura entre los dientes, y si llegan a tocar hueso con hueso puede quedarse la mandíbula encajada; en cuyos casos más extremos puede derivar en la necesidad de una intervención quirúrgica a nivel articular.
Por eso es importante corregir el hábito y poner freno al desgaste dental. Si bien las consecuencias del bruxismo pueden llegar a ser graves, la solución del problema es tan sencilla como colocar una simple «férula de descarga». Se trata de un protector de resina realizado a medida del maxilar superior y que una vez encajado evita el contacto directo con los dientes del maxilar inferior. Se utiliza fundamentalmente durante la noche, cuando más se produce el roce y rechinado y en cualquier otro momento del día que estemos en casa. Con el tiempo se eliminará el hábito, aunque la duración del tratamiento dependerá de cada paciente.
Consulta a tu dentista para conservar tus dientes y lucir una bonita sonrisa.