El cuidado bucal en los niños debe comenzar incluso antes de que aparezcan sus primeros dientes de leche. Ya en el bebé, durante la lactancia, conviene realizar una limpieza de las encías tras las comidas, con una simple gasa o un bastoncillo de algodón.

 

El niño debe familiarizarse lo antes posible con el cepillo dental. Al principio se tratará de un divertido juego, por imitación a sus padres. Serán ellos mismos los encargados de realizar la limpieza al pequeño, al menos una vez al día. La técnica a emplear es la misma que en el adulto: como un barrido en sentido vertical, desde la encía hacia el diente. El cepillo debe ser preferiblemente manual, con cabeza pequeña y dureza media. Los cepillos eléctricos no son muy recomendables para estas edades tempranas; sólo para casos especiales (discapacitados).

 

El cepillado inicial se hará sin pasta de dientes, hasta los cinco o seis años. Entonces ya podrá comenzar a utilizar pastas fluoradas, especialmente indicadas para niños. La cantidad de dentífrico que ha de emplear no será mayor al tamaño de un guisante.

 

Los enjuagues bucales o colutorios vendrán un poco más adelante, cuando el niño tenga destreza suficiente para utilizarlos sin tragárselos. De igual manera se le irá enseñando a usar la seda dental para hacer su higiene bucal más completa, aproximadamente alrededor de los doce años.

 

El flúor en el desarrollo de los dientes

 

En cuanto a los aportes suplementarios de flúor para mejorar la formación de sus dientes dependerán de varios factores. Por un lado, la dieta alimenticia (mariscos, vegetales y pescados aportan flúor), y el agua que bebemos (hay regiones en las que su composición es más fluorada). Además, en algunas guarderías y centros de enseñanza suministran aportes extra de flúor a sus alumnos. En clínicas dentales se aplican también estos suplementos, a base de geles, barnices o cubetas (2 veces al año, como máximo); y en nuestra propia casa, con una menor concentración que encontraremos en colutorios específicos para aplicación diaria o semanal. En cualquier caso, conviene consultar al dentista o pediatra, ya que si bien su aplicación es beneficiosa, el exceso puede producir efectos secundarios, como la aparición de manchas en el esmalte dental. Busquemos pues la medida justa

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Los hábitos que se adquieran durante la infancia quedan instaurados y nos acompañan el resto de nuestra vida. De ahí la importancia de adquirir una educación para la higiene oral lo más temprano posible. Nuestros hijos se evitarán problemas de salud bucodental en el futuro.

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