Las muelas del juicio son, sin duda, las piezas dentarias con peor fama «social». Su evolución tardía, y los problemas derivados, -presentes sólo en algunos casos- las han convertido en portadoras de un inmerecido temor al momento de su aparición. Afortunadamente, las técnicas de actuación y la prevención mejoran cada día. Por eso, la erupción de las muelas del juicio ya no está necesariamente vinculada al miedo al dolor.
Popularmente, las muelas del juicio acarrean con una mala fama motivada por las malas experiencias padecidas por generaciones enteras. Eran otros tiempos, como se suele decir. Tiempos en los que no había ningún control sobre la salud bucodental. La alimentación era deficiente y el seguimiento sanitario en general bastante escaso. Bajo estas circunstancias, la aparición tardía de estas muelas venía acompañada, en muchos casos, por infecciones. De ahí los graves dolores padecidos por estos pacientes. Además, la inexistencia de medicamentos eficaces o la falta de acceso a ellos -por cuestiones económicas- convertían a la extracción en el único remedio para acabar con el problema. Extracciones que, lógicamente, se practicaban sin anestesia. De ahí el temor al momento de su aparición.
Hoy en día, todo esto ha cambiado. Y todos esos factores que les dieron tan mal nombre, no se corresponden con la realidad actual. Las muelas del juicio -denominadas cordales o terceros molares-, son las últimas piezas dentales en aparecer. Suelen erupcionar a partir de los veinte años, aunque en algunas ocasiones no llegan a salir nunca o simplemente, debido a la evolución, no están presentes.
Los hallazgos de restos humanos en yacimientos prehistóricos muestran variaciones evidentes entre el hombre actual y nuestros antepasados más ancestrales. Los huesos del cráneo incluidos el maxilar y la mandíbula -que sostienen las piezas dentales-, han ido disminuyendo de tamaño. Debido a esto, un alto porcentaje de la población presenta una falta de espacio para alojar estas últimas muelas. Al no existir dicho espacio las muelas del juicio -o cordales- se inclinan en el hueso, empujando a los segundos molares ya presentes, causando dolor e inflamación de encías. También puede ocurrir que la muela erupcione parcialmente y no acabe de salir, provocando de igual manera molestias al masticar, dolor e incluso infecciones frecuentes.
Antes de llegar a estos extremos, lo ideal es acudir al odontólogo, el cual tras un examen bucal y estudio de radiografía panorámica, valorará si es necesario proceder a la extracción. Pero, ¡no se asusten! La extracción de estas muelas no es dolorosa, pues se aplica anestesia local.
Si todavía no han erupcionado, también se pueden extraer mediante técnicas quirúrgicas y bajo la administración, siempre, de anestesia local.
Mención especial merecen aquellos pacientes que están o han estado con tratamiento ortodóntico. Deben vigilar con suma atención la erupción de estas piezas, pues en ocasiones pueden causar apiñamiento de los dientes anteriores y tirar por tierra un largo y costoso tratamiento.
Por todo ello, les invito a visitarnos para tener un control de estas peculiares muelas, porque… «más vale prevenir que curar».