La caries es una infección provocada por un grupo de gérmenes (fundamentalmente strep-mutans) que se encuentra de forma natural en la boca ya desde el momento del nacimiento. Favorecidos por factores de carácter genético predisponen a cada individuo a desarrollar la infección en mayor o menor grado.
Las bacterias que se encuentran en la boca descomponen los azúcares de la comida produciendo unas sustancias ácidas que atacan el esmalte dental. A medida que progresan hacia la capa interna o dentina aparecen ya los problemas de sensibilidad al frío, al calor o los dulces. Si no se trata y finalmente llega al nervio aparecerán el dolor y los flemones.
Para evitar que los azúcares de la dieta queden adheridos al diente lo principal es una buena higiene bucal tras las comidas (cepillado, seda dental, enjuagues…). A ser posible dentro de los treinta minutos posteriores a la ingesta, ya que después las bacterias comienzan «su trabajo».
También es importante reducir los alimentos azucarados entre horas; resulta preferible tomarlos tras una comida principal.
Cualquier persona puede modificar sus hábitos de higiene o dieta siguiendo las recomendaciones de su dentista. Lo que no puede modificar es su predisposición natural a la caries por motivos de herencia genética. Desde la cantidad o calidad de la saliva, la falta de calcificación ósea o el apiñamiento dental por falta de espacio, hasta la influencia de otras enfermedades -como al diabetes- o circunstancias transitorias -embarazo o lactancia-.
Cuando la caries está ya presente es importante un tratamiento precoz (empaste) para evitar que la pieza siga destruyéndose y tengamos que hacer endodoncia (quitar el nervio). Así evitaremos el dolor o tratamientos más complejos, como la colocación de fundas cuando la pieza está muy deteriorada.
La prevención a través de una higiene y dieta adecuadas, así como las revisiones anuales para detectar pequeñas caries nos evitarán molestias y tratamientos más agresivos.